hay días que despierto pensando que he ganado las cien millas
otros, que he perdido una asfixiante pesadilla por culpa del insomnio
en los más frecuentes, me pregunto si esta vida mal cocinada
es en realidad un excéntrico platillo que se sirve frío
está a punto de terminar el verano
y sigo igual de desvelado que el sol,
ella sale de la cama
y siento cómo gira el mundo y no alcanzo a dar la vuelta con él
caigo con la conciencia maltrecha / camuflajeado con la monotonía
/ preparo el desayuno / veo pasar los aviones
con una nostalgia que heredé
como se heredan los recuerdos
o como se piensa en los días de naufragio
en los que no era difícil hacer la mudanza
es casi mediodía y pienso que en Tokio es casi medianoche
y las luces de una ciudad que nunca he visto están prendidas
entonces, ella me pregunta
–¿qué comeremos?
–sushi– le respondo
como si estuviéramos a 11.303 km de distancia
en un país que no conoceremos nunca
se hace tarde y comienza a llover / es agosto
y ella se encierra en todas las habitaciones de esta casa
como si fuera una densa bola de humo
que va de aquí para allá,
el amor es un millón de enfermedades distintas
que te queman
como quema un buen trago de sake en el estómago
veo pasar las horas
sentado en el mismo sofá
mirando el televisor / o la ventana
sin mover un sólo dedo,
con la curiosidad de saber
¿qué hace el tiempo con uno,
cuando uno no hace nada con él?
pronto oscurecerá
y la rutina otra vez nos llevará a la cama,
ella se enrollará en mí
y sentiré su suave oleaje
nos difuminaremos con la noche
bajo nuestra propia y amarga manera
de entender las cosas
de ser ordinarios
de permanecer inmóviles
hasta que nuestros ojos
se acostumbran a la oscuridad
a esta forma poliédrica de estar juntos
es casi medianoche
y el insomnio otra vez me hace compañía
observo por la ventana
y pienso que en algún lugar del mundo
está por amanecer.
